El hijo regresa a casa del colegio. El padre lo espera con una máquina muy rara (en ella está escondido un hombre). El hijo: ¡Hola, papá! ¡Dame un helado! El padre: ¿Qué tal en la escuela? ¿Has sacado alguna nota? Pero no mientas porque hoy he comprar una máquina de la verdad y, si mientes, lo sabré enseguida. El hijo: ¿Una nota? Sí he sacado... ¡He sacado un diez! La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El hijo: ¡Bueno... un siete! La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El padre: ¡Ves! Mejor no mientas, sino di la verdad. El hijo: Está bien, papá. He sacado un 4. La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El hijo: ¡Vale! ¡Un dos! La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El hijo: ¡He sacado un cero...! El padre: Ves, hijo, cuando yo iba al colegio no había ni cero ni diez y yo siempre sacaba un nueve! La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El padre: Bueno, siete también había... La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El padre: Bueno, unas veces apareció el cuatro... La máquina: ¡No es verdad! ¡No es verdad! El padre: ¡Uy, hijo, creo que la máquina se ha roto! Mejor vámonos a por esos helados!
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