Cuando en el ano 1972, durante el campeonato mundial de ajedrez, el gran maestro Alejandro Alechin le ganó al genial cubano J. R. Capablanca, eso lo colocó en la cumbre de la fama y del arte de ajedrez. Su increíble imaginación ajedrecística se manifestaba en que ese hombre sabía jugar “a ciegas”, es decir, sin ver los tableros de ajedrez, las simultáneas en 32 tableros al mismo tiempo.
Unos meses después de recibir la corona de ajedrez, Alechin recibió la más rara propuesta en su vida de parte unos simples ajedrecistas aficionados.
Dos hombres jóvenes le propusieron a Alechin jugar dos partidos. Decían que el gran maestro no podría ganarlos. Afirmaban que, sin duda alguna, uno de los partidos lo ganarían ellos o, por lo menos, empatarían los dos partidos. Alechin iba a jugar un partido con cada uno de los hombres. En un tablero jugaría con las piezas blancas, en otro con las negras, y haría los movimientos alternativamente.
Sin pensar mucho, Alechin aceptó. Sin embargo, cuán grande fue su sorpresa cuando, después de unos movimientos, se dio cuenta de que, en cada tablero, se repetían sus propios movimientos.
Era así: Alechin hace un movimiento con las piezas blancas en el primer tablero. Después, en el segundo tablero, su rival hace el mismo movimiento con las piezas blancas. Alechin contesta, haciendo un movimiento con las negras, y ese mismo es repetido por su rival en el primer tablero. Es como si Alechin jugara consigo mismo.
Alechin se dio cuenta enseguida de que había caído en una trampa ingeniosamente preparada por esos jóvenes. En esa situación había sólo dos opciones: el empate en ambos tableros, o un partido ganaría Alechin, pero perdería el otro.
¿Os podéis imaginar que Alechin encontró una salida de esa situación? !Parece increíble, pero ese torneo tan raro terminó con una doble victoria del gran maestro!
Pregunta: ¿Alguien de vosotros se imagina cómo Alechin logró ganar esos dos partidos?
Comentarios